domingo, 21 de noviembre de 2010

nur einen moment

Es temprano y ya casi todo se apaga.

Casi todo, pero aún quedan ellos. Ahí están, como siempre, estirando los minutos sin darse cuenta. A su alrededor, cuatro pares de ojos se cierran, y sin quererlo le dan a ella lo que está buscando sin saber que lo está buscando.

Las voces ya no suenan claras como hace un par de horas: están ásperas, secas por el humo del cigarrillo compartido, cansadas de traducir en melodías las turbulencias de la cabeza y el corazón. Por momentos desafinan, otros, se quedan sin aire. Otros, se funden en una sola voz - momento cúlmine en que sus propios ojos dejan de ver lo de afuera para mirar desde adentro. Entendimiento perfecto, casi mágico.

Y ahí está, el instante patético en que vuelven a acecharla las sombras de lo que alguna vez quiso ser y nunca fue.

Patético, porque todos saben lo que está sintiendo, porque ella misma sabe que no es secreto. Porque se engaña a sí misma diciendo que no es cierto, y porque todos saben cómo termina. Patético, porque la miran con lástima, y porque aún así lo quiere. Aunque sepa que es imposible.

Patético.

Es tarde y ya todo, todo se apaga.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

quince minutos

15 minutos en el supermercado. Un presupuesto acotado (fin de mes), un canasto: tres yogures, un pollo, bolsas de consorcio, huevos, café. Una caja "rápida", tres personas en la fila. Una señora delante de ella con nada más que una cajita de sopas Quick.

Tiene pelo lacio, "llovido" diría su abuela. Rubio platinado, horrible. Y corto. Eso es lo que ve de atrás, al menos. Y cuando se da vuelta, la imagen que había creado en su mente (que a decir verdad, era la de su profesora de Lengua, de igual estatura y corte de pelo, excepto por ese rubio asqueroso) se desvanece: tiene ojos grandes y celestes. Y acusadores. La mira de arriba a abajo, descaradamente, mientras estudia su ropa; acto seguido cuenta los items de su canasto para ver si tiene derecho a estar en la caja de "hasta 10 unidades". Ni hablar de la cara que pone cuando ve lo que lleva la joven - horrorizada, como si llevara armas, o drogas, no sabría bien decir.

Al principio le da bronca, la manera en que la observa como si fuese una atracción de circo. Después se siente rara, incómoda, porque los ojos no se mueven cuando le sostiene la mirada. Y finalmente le da miedo, porque la mira como si supiera.

Como si pudiese ver lo que está pasando por su cabeza, lo horrible que le parece su color de pelo, lo desagradable que le resulta la mueca de sus labios, o sus cejas tan depiladas que son casi inexistentes. Como si supiera que antes de entrar al supermercado, la chica se peleó con su hermana, o que antes de eso venía en el colectivo pensando en cosas que no debería pensar. Como si ninguno de sus pensamientos fuesen ajenos a ella, como si tuviese controlados todos sus movimientos de la misma manera en que ella se obsesiona en controlar los de todo aquel que tiene alrededor. Como si supiera que en su ámbito, tiene contados los minutos de todos, conoce los tiempos de todos, menos Uno, que es el que le cuenta los minutos a ella. La observa y la examina, escrutando hasta lo último dentro de lo visible, dentro de lo que la joven muestra involuntariamente con sus ojos y sus gestos nerviosos.

De repente, la cajera llama a la mujer mayor.

- ¿Señora?

Con un último y rápido escudriño, la señora hace otra mueca, y finalmente se da vuelta para pasar por la caja.

La chica respira y mira alrededor, un poco más tranquila, pero esperando que nadie haya visto la extraña interacción entre las dos mujeres. Espera a que la otra pague antes de acercarse con sus productos y hacer lo mismo.

Sale del supermercado sintiéndose una idiota, porque sabe que está paranoica. Antes de emprender la vuelta, respira hondo y sacude la cabeza.

- Vieja conchuda.

viernes, 13 de agosto de 2010

Sólo quería anunciar la nueva musicalización de mi blog. Tranquipiola.

Y gracias por los comments en la entrada anterior! Está bueno saber qué piensa cada uno. Y ésto me recuerda que el cerebro del sexo opuesto (casi) siempre nos resulta un misterio, lo cual me lleva a recomendarles que vean la publicidad nueva de Doritos que aparece sólo en la web (www.doritos.com.ar) porque realmente hay algunos videos que no tienen desperdicio... Es más, aparecen un par de conocidos míos, así que quienes me conocen hace tiempo tal vez reconozcan a esas personas... Me gusta especialmente cuando les preguntan "¿Qué sabor tienen los nuevos Doritos Misterio?" La flashean bastante. Y nada, eso. Feliz viernes gente.

miércoles, 28 de julio de 2010

¿Será que las mujeres somos idiotas, que cuanto más mal nos sentimos, más nos gusta poner esa música que sabemos que nos va a tirar abajo? Porque sabemos que siempre se puede estar más abajo.

Igual, nunca me gustaron las generalizaciones. Ni mujeres vs. hombres, ni blancos vs. negros, ni católicos vs. homosexuales, ni morocha turra vs. rubia tarada. No me van. Me parecen una mentira, un estereotipo bastante estúpido y que no hace más que limitarnos y crear diferencias que en el fondo no existen.

Pero realmente creo que esto de poner modo masoquista ON es bien de mina. Algunas nos podremos hacer las que nada nos afecta, pero en el fondo todas tenemos esos momentos. ¡Cómo nos gusta victimizarnos en la intimidad de nuestra habitación con las persianas bajas, o en la ducha cuando el llanto se mezcla con las gotas de agua y pensamos "Si estuviese en una película, qué buena estaría esta escena con Creep de fondo"! A todas nos sale la drama queen en algún momento...

No sé, la verdad. Por lo menos hasta donde yo sé, los hombres no hacen esto. ¿O sí?

domingo, 18 de julio de 2010

The sun is in the east, even though the day is done.

Se agolpan frente a un edificio, mezclándose sentimientos de angustia, melancolía y orgullo. Años los separan del triste evento que conmemoran. Años separan también a unos de otros.

Los une, sin embargo, algo más profundo. Algo que se mantiene a través del tiempo, algo que ni el arma más poderosa, más temible, puede destruir.

Hace 16 años, una parte de la comunidad voló en pedazos por el odio de los que no pudieron (y no pueden) ver más allá de las etnias y las religiones.

A las 9.53am, suena una sirena.

Hay un silencio de muerte. ¿O de vida?

En una de las primeras filas, un niño levanta un estandarte para recordar a los caídos. Él no estuvo ese día. Ningún miembro de su familia vivió el horror en carne propia.

Tímidamente, mira a su alrededor, y ve que muchos tienen lágrimas en los ojos.

Sin entender bien por qué, hace fuerza. Y llora.

viernes, 2 de julio de 2010

satellite

Se mueve entre la gente, se estira, se escurre. Se achica, se esconde y vuelve a aparecer. Gira sobre sí misma, se mira en las vidrieras, se busca entre las siluetas de las personas desconocidas, se encuentra, se ríe -y se desvanece de nuevo.

Se levanta de entre las sombras formadas por la gente, se abre paso y acelera: se lleva con ella la respiración de quien esté cerca, se lleva miradas que no la miran a ella, sino que miran el alma hacia adentro, y la nada hacia afuera.

Sin permiso se las lleva, y sin aviso se desarma.

viernes, 11 de junio de 2010

Estuve pensando en mis contradicciones, en el sí y en el no, en lo que quiero ser, y en lo que soy, en lo que amo y también en lo que odio.

Las relaciones humanas se desgastan, y analizarlas me desgasta.

Pero no puedo hacer oídos sordos a lo que pasa a mi alrededor.

Entonces...

¿Cuál es el punto medio? ¿En qué momento dejamos de estar ayudando y pasamos a estar involucrándonos en cosas que no nos corresponden? ¿Darle espacio a las personas para que resuelvan sus problemas con quien corresponda, es hacerse la boluda? ¿Qué derecho tengo de opinar o decirle cómo creo yo que debería actuar? ¿Qué responsabilidad tengo yo, si es que la tengo, como amiga?

¿Cuándo deja de ser una ayuda desinteresada y se transforma en querer que el mundo funcione como a mi me gustaría que funcione?



El título de esta entrada es un fragmento del texto "Mis contradicciones" de Pablo Giménez.