Las relaciones humanas se desgastan, y analizarlas me desgasta.
Pero no puedo hacer oídos sordos a lo que pasa a mi alrededor.
Entonces...
¿Cuál es el punto medio? ¿En qué momento dejamos de estar ayudando y pasamos a estar involucrándonos en cosas que no nos corresponden? ¿Darle espacio a las personas para que resuelvan sus problemas con quien corresponda, es hacerse la boluda? ¿Qué derecho tengo de opinar o decirle cómo creo yo que debería actuar? ¿Qué responsabilidad tengo yo, si es que la tengo, como amiga?
¿Cuándo deja de ser una ayuda desinteresada y se transforma en querer que el mundo funcione como a mi me gustaría que funcione?
El título de esta entrada es un fragmento del texto "Mis contradicciones" de Pablo Giménez.
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viernes, 11 de junio de 2010
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